La Cueva del Arco es un conjunto de diversas cavidades que se concentran alrededor de un gran arco de roca natural, ubicado en el paraje del Cañón de Almadenes (Cieza, Murcia). La importancia de las excavaciones que estamos realizando radica en la existencia de arte paleolítico, descubierto en los años 90 por el Grupo Almadenes, así como por la calidad y la singularidad de los hallazgos, que sin duda están ayudando a conocer mejor numerosos aspectos de los modos de vida y el devenir de los grupos humanos que habitaron este lugar.
Los hallazgos realizados hasta el momento permiten confirmar la existencia de ocupaciones pertenecientes al Neolítico antiguo (7.000 años), Solutrense (21.000 años), Gravetiense (30.000 años) y Musteriense (50.000 años), confirmando que nos encontramos ante uno de los escasos yacimientos del mediterráneo peninsular en los que se puede documentar la transición entre los neandertales y los humanos modernos.
La cueva ha puesto a Cieza en el panorama europeo de la Prehistoria. Manuel Pimentel la bautizó como la “Catedral del Paleolítico”.
Por todo esto, Cueva Del Arco, desde su primera campaña en 2015, ha generado un alto interés científico y un gran impacto social mediático, apareciendo continuamente en prensa, radio y televisión. Un ejemplo de ello es el reportaje que se emitió en el programa “Arqueomanía” de TVE2 dirigido por Manuel Pimentel quien, debido tanto a la monumentalidad de la cavidad como a los hallazgos arqueológicos, la definió como “la catedral del Paleolítico”.
Estas labores de excavación, dirigidas por Ignacio Martín Lerma (Universidad de Murcia) y Didac Román (Universitat Jaume I de Castelló), unidas a las investigaciones que realizan en diversos ámbitos de estudio los miembros de nuestro equipo, así como la estrecha colaboración con los espeleólogos del Grupo G.E.C.A. de Cieza, están ofreciendo grandes resultados que permitirán ampliar enormemente el conocimiento que se tenía acerca de la cueva, ya que hasta este proyecto, únicamente se conocía el arte paleolítico.
Gracias a las diferentes campañas de trabajo, hemos podido comprobar que el complejo de la Cueva del Arco es mucho mayor de lo que conocíamos en un principio y que posee una de las secuencias más interesantes del Mediterráneo Ibérico para comprender el paso entre el Paleolítico medio y el superior.
El espectacular hallazgo se ha producido en el marco de las investigaciones que llevamos a cabo en el yacimiento. Durante la campaña de 2018, nos encontrábamos trabajando en la excavación de la denominada ‘Cavidad D’. Esta cavidad pensábamos que estaba colmatada por unos sedimentos que podían estar cerrando el acceso a una cueva de mayores dimensiones.
La excavación se dirigió, como parecía apuntar la forma del techo y la disposición de los sedimentos, hacia el fondo de la cavidad, donde creíamos que podría existir un mayor desarrollo. En un momento determinado llegamos a una pequeña sala sin continuidad y que conformaba el fondo de la cavidad.
Sin embargo, las excavaciones que estábamos realizando en la parte izquierda de la misma cavidad, que tenían por objeto destapar las paredes cubiertas por sedimentos para comprobar si podían conservarse muestras de arte rupestre, nos empezaron a mostrar otra posibilidad.
El avance de la excavación en esta zona empezó a mostrar indicios de que estos sedimentos podían estar cegando el acceso a una cavidad de mayores dimensiones. A medida que nos acercábamos a la pared y profundizábamos en la excavación se incrementó de forma notable la cantidad de bloques desprendidos de las paredes, muchos de ellos siguiendo una misma orientación e inclinación. Asimismo, los materiales arqueológicos y el sedimento que aparecían pegados a la pared claramente se ‘colaban’ hacia el mismo lugar donde indicaban los bloques.
Finalmente, la pared empezó a tomar una posición más horizontal (en forma de techo) y la eliminación de algunos de los bloques nos mostró un claro orificio por el que se notaba cierta salida de aire, elemento indicativo de la existencia de una posible cavidad. Después de pensarlo fríamente decidimos no seguir actuando en esa zona y esperar al cierre perimetral de la Cueva del Arco. La espera se alargó más de lo previsto y diversos avatares (entre ellos la pandemia de la covid-19) hicieron que la intervención se retrasara de manera importante.
No sería hasta enero de 2021 cuando se llevó a cabo el cierre de la Cueva y fue cuando nos planteamos lo que hacía tanto estábamos esperando: ¿se trataba de una sala o era una cavidad más grande?, ¿habría evidencias de ocupaciones humanas?, ¿encontraríamos arte rupestre?, ¿se trataba de una sala o cavidad cegada antes de la llegada de los humanos a la Cueva del Arco y, por lo tanto, sin evidencias arqueológicas? Estas y muchas otras preguntas estaban en nuestras cabezas.
Finalmente, con la tranquilidad de que la cueva estaba protegida, nos desplazamos a la Cueva del Arco un equipo formado por únicamente 4 personas, con el objetivo de desobstruir un espacio suficiente para poder observar si se trataba de un hallazgo importante o por el contrario se trataba de una pequeña cavidad como la encontrada al fondo de la ‘Cavidad D’.
El trabajo fue duro, pero finalmente pudimos excavar una superficie lo suficientemente ancha como para introducir la cabeza y una linterna. De este modo, observamos una pequeña sala y un acceso a otra sala de grandes dimensiones, lo que nos hizo pensar que, conocido el contexto kárstico de la zona, podría ser una cueva con un desarrollo bastante importante.
La desobstrucción se realizó y lo que encontramos superó con creces todas nuestras expectativas. Ante nosotros se abrió una nueva e inmensa cavidad con un recorrido de más de un kilómetro, con decenas de salas con unas bóvedas enormes. De hecho, los estudios preliminares indican que se trata de la cavidad con una mayor altura en bóvedas de toda la Región de Murcia.
Una vez realizamos una exploración preliminar de las primeras decenas de metros nos dimos cuenta de la magnitud del hallazgo. Por ello, contactamos rápidamente con el grupo espeleológico G.E.C.A. de Cieza, estrechos colaboradores de nuestro proyecto. Ellos han sido los que han realizado la exploración completa de la cueva. En esta exploración nos dimos cuenta de que se trataba de una cavidad con un valor geológico descomunal, puesto que parecía haber estado cerrada desde hace muchos milenios y en un estado perfecto. Por ello se ha realizado la exploración siguiendo un único camino balizado, tratando de conservar toda la superficie lo más intacta posible.
Con todos los datos preliminares recogidos, vista la importancia de lo que habíamos descubierto, decidimos contactar con el Dr. J. M. Calaforra (Universidad de Almería) uno de los máximos expertos en el mundo subterráneo para que se integrara en el proyecto y empezara a realizar, junto a su equipo, la primera valoración del valor geológico de la cavidad.
La exploración de la nueva Cueva del Arco se encuentra en una fase preliminar. En estos momentos, el equipo se encuentra planificando los trabajos que deberían realizarse y cómo se puede conseguir la financiación necesaria para ello.
A nivel de formación subterránea conocemos que la cavidad posee un desarrollo de 1.200 metros, siendo ya en estos momentos, una de las 5 cavidades de mayor longitud de la Región de Murcia. Pero más que su importante desarrollo, lo que hace especialmente espectacular a esta cavidad es la gran altura que poseen sus salas, las cuales algunas alcanzan 20 metros, siendo la cueva con las bóvedas más grandes de toda la Región.
Asimismo, este análisis preliminar muestra formaciones geológicas de gran interés, como espectaculares gours, salas de estalactitas y algunos espeleotemas estalactíticos, tipo ‘fistulosas’, de difícil parangón en el mundo por su gran tamaño, con ejemplares que alcanzan casi 3 metros de longitud y 1 centímetro de diámetro, que han crecido en condiciones de extrema estabilidad durante miles de años, dadas las circunstancias de aislamiento de la cavidad.
A nivel arqueológico podemos decir que la cavidad todavía es una incógnita. Su relación con lo que previamente conocíamos en la Cueva del Arco es evidente, por lo que el potencial es mayúsculo. Aun así, de la exploración preliminar únicamente podemos avanzar que se han documentado cientos de marcas de zarpazos de osos en buena parte de la cavidad. El aspecto de los zarpazos, las pátinas y sedimentos que cubren algunos de ellos nos llevan a pensar que podrían tener decenas o incluso cientos de miles de años de antigüedad.
Por todo ello, se trata de una cavidad con un gran interés geológico y arqueológico, tanto por las formaciones como por la perfecta conservación de todo lo que contiene, que se ha mantenido gracias al estricto protocolo que hemos seguido en su exploración.
La investigación se está dirigiendo desde dos ópticas: la geología y la arqueología. Nuestra prioridad es que se realice un estudio en profundidad de la parte geológica antes de poder realizar actuaciones arqueológicas de importancia. Esto no impide que, en caso de resultar necesario, no se puedan realizar pequeñas intervenciones que no influyan en el primer estudio.
El estudio geológico es importante tanto para conocer los detalles de la formación de la cavidad, como para saber la composición del aire del interior y saber si hay algún impedimento para acceder durante tiempos prolongados.
El protocolo arqueológico y geológico se encuentra en la línea de lo establecido en toda Europa cuando se realizan descubrimientos de este tipo. Lo más importante es no permitir las visitas a la cavidad hasta que todos los estudios científicos estén finalizados. Las visitas a la cavidad podrían alterar los datos que se están recogiendo.
En el futuro, una vez realizados los estudios necesarios, se debería seguir un protocolo realizado por expertos que garantice la conservación de la cavidad en su forma más natural. Hay que tener en cuenta que tenemos entre las manos un tesoro natural intacto y así es como debería seguir siendo.
Lo más importante: seguir un protocolo de conservación.